miércoles, 13 de abril de 2011

La chica que tropezó y cayó en un bote de vainilla. II Parte

En el otro extremo de la ciudad, mientras que Helena seguía soñando con su bote de vainilla…

Empaste corría junto a su compañero Alexander, por una calle lúgubre, llena de alcantarillas malolientes y de gatos callejeros hambrientos, deseosos de pillar algún que otro ratón. Empaste odiaba a los gatos y Alexander siempre aprovechaba cualquier ocasión para burlarse de la fobia de su compañero.

-No puedo creer que esté cruzando este lugar lleno de gatos solo por salvarte el pellejo- dijo el pequeño Empaste a su compañero mientras seguían corriendo.- ¿Por qué no le dices ya de una vez que te deje tranquilo? Estoy harto de ella…
-¿Crees que no lo he intentado ya?- preguntó Alexander mientras jadeaba casi con la lengua fuera.- Además, has de comprender que las damas se mueren por mis huesos. Es completamente lógico que no me dejen escapar de la noche a la mañana.
-Aún  me pregunto por qué permito que sigas viniendo conmigo…
-Sin mí, vos no podríais hacer nada. Estáis perdido si mi presencia fallara- dijo Alexander convencido de sus palabras.
Ambos continuaron corriendo hasta el final de la calle. Empaste no tuvo ningún percance con los gatos del lugar, cosa que agradeció. Cuando, por fin, consiguieron abandonar aquella calleja, se detuvieron y miraron hacia todas direcciones.
-Creo que la hemos despistado…
- ¡¡¡Alexander, amado mío!!!- una voz femenina llegaba desde el otro lado del lúgubre callejón-. ¿Por qué huyes de mis cálidos brazos? ¿Acaso no me he comportado como una verdadera dama? ¡¡¡Permite que te cante mis bellas melodías como el día que me rescataste!!!
Alexander y Empaste se miraron y comenzaron a correr de nuevo sin intercambiar ninguna palabra.

En el otro extremo de la ciudad…

Helena seguía sumergida en sus sueños con olor a vainilla. El sueño era perfecto, su olor era perfecto y su color era aún más perfecto. La chica flotaba en la vainilla como una colchoneta lo hace en el mar. Estaba tranquila, casi soñando dentro de su sueño…

De repente, se despertó sobresaltada, sudando, estaba asustada. Encendió la lamparita que tenía en su mesilla de noche. Se detuvo un instante, recordó en qué estaba soñando y se preguntó: ¿Acabo de soñar que estaba flotando dentro de un bote lleno de vainilla, que tres extraños seres caían sobre mí y que, por culpa de ellos, me ahogaba en lo más profundo del recipiente?

Empaste y Alexander seguían huyendo, atravesando calles y barrios enteros, sin saber que pronto llegarían a la casa de Helena…

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