martes, 12 de abril de 2011

La chica que tropezó y cayó en un bote de vainilla. I Parte

Helena era una chica que siempre había creído en los cuentos de hadas, en los príncipes azules, en las brujas malvadas. Había creído en el ratoncito Pérez e incluso en el hombre del saco. Una chica llena de sueños e ilusiones, de historias interminables y de fantasías que apenas la dejaban dormir sin soñar con sus mundos imaginarios. Una chica a la que le gustaba el chocolate caliente, los chicles con sabores de colores y el olor a vainilla. Le gustaba tanto el olor a vainilla que casi todas las noches soñaba que corría por un pasillo interminable, hacia una luz que desprendía un olor intenso a vainilla. En sus sueños seguía corriendo hacia esa luz, hacia ese olor, hasta que tropezaba y caía en un bote lleno de vainilla. Helena estaba en la gloria.

Ahora Helena es una adolescente que ha olvidado todas sus fantasías y sueños. Vive rodeada de trabajo, de gente insoportablemente insoportable, de maleducados, de príncipes que no son azules y de brujas que aún siguen siendo muy malvadas. Ahora apenas puede permitirse probar el chocolate caliente, los chicles ya no le gustan tanto como antes y la vainilla la ha olvidado por completo. 

Su vida es rutinaria, aburrida y, para ella, casi sin sentido. Llega a casa del instituto, se tumba en el sofá, hace como que le interesa lo que aparece en televisión, come un poco y se va a trabajar. Llega a casa del trabajo, habla un poco con su familia antes de cenar y se va a su cuarto. Lee tumbada en la cama hasta que se queda dormida y, casi todas las noches, sus sueños se ven interrumpidos porque casi siempre se duerme con el libro entre sus manos. En la vida de Helena hay tres tipos de noches: en las que se queda dormida con el libro en las manos, en las que tiene que apagar la luz porque le dan miedo algunos rudillos que aparecen de la nada y en las que está leyendo, escucha ruidillos extraños y decide apagar la luz porque así cree que el miedo desaparecerá.

La noche en la que todo comenzó a cambiar para Helena fue la noche en la que llegó de trabajar, habló un poco con su familia y se fue a su cuarto sin cenar. Al entrar en la habitación un olor a vainilla le invadió. De repente recordó la época en la que le encantaba la vainilla. Helena no dio mucha importancia a que su habitación oliera de ese modo y decidió tumbarse en la cama. Aquella noche Helena se veía corriendo a través de un pasillo que parecía interminable, hacia una luz que desprendía un olor intenso a vainilla, seguía corriendo hasta que tropezaba y caía en un bote lleno de vainilla. Helena estaba en la gloria…

1 comentario:

  1. Ooooooooooooooh!!! Qué guay!!!! *o*
    Casi, casi me he visto reflejada...
    Y que sepas que no eres de esas personas "insoportablemente insoportables", un poco cansino, a veces, pero soportable jaja
    Me ha gustado mucho!
    ^___^

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