lunes, 2 de mayo de 2011

La melodía continuaba sonando

Siempre había querido aprender a tocar el piano. El sonido de aquel instrumento la relajaba, tanto que podía quedarse horas y horas escuchando aquellas melodías sin hacer absolutamente nada más.

Paseando por un parque de su barrio, vio un anuncio en una hoja de papel en una oxidada farola en el que se podía leer “Se imparten clases de piano.” Había llegado su oportunidad, lo sentía. Apuntó la dirección y el número de teléfono que aparecían en el anuncio y se fue a casa emocionada, deseando que llegara el día siguiente para asistir a su primera clase de piano. Puso su CD favorito de melodía de piano y se tumbó en el sofá, disfrutando de aquellas relajantes notas musicales.

Unas horas más tarde se encontraba frente a una puerta de madera, en un edificio moderno, limpio y de buena presencia. Tocó el timbre una vez y esperó, impaciente, hasta que el profesor saliera a recibirla. La puerta se abrió cinco segundos más tarde y allí, detrás, estaba él.

-Hola, buenos días.-dijo desde el otro lado de la puerta un joven apuesto.

-Hola. Soy la chica que llamó anoche.- dijo un poco nerviosa.

-¡Ah! Sí, pasa por favor.

Ella estaba encantada con sus clases de piano. Él estaba encantado dando clases de piano. Ella esperaba impaciente cada día para poder asistir a una clase más y él, esperaba impaciente cada día escuchar el sonido del timbre. Su evolución era espectacular. Era atenta, inteligente, sus dedos eran hábiles y sus oídos rápidos. Era una alumna perfecta.

Las clases avanzaban y la evolución se notaba cada vez más. Cuando estuvo más preparada y segura de sí misma decidió comprar su propio piano para poder practicar en casa. Su profesor la acompañó para asegurarse de que hacía una buena compra. “Este es perfecto” le susurró al oído mientras el vendedor esperaba una respuesta.

-Me quedo con este.-dijo ella, decidida, tras escuchar las palabras de su profesor.

Semanas más tarde la relación entre alumna y profesor comenzó a  cambiar, pues ambos se habían dado cuenta de que había nacido una atracción indiscutible. Las miradas eran nerviosas, los gestos eran cada vez más cariñosos y las ganas de verse cada vez mayores. Incluso las clases habían aumentado la duración sin ninguna necesidad didáctica. Ella se sentaba para tocar el piano, él la observaba con ojos cariñosos desde detrás. Ella se dejaba llevar y tocaba melodías espectaculares. Su mejora era tan grande que lograba un sonido mejor que el que lograba su profesor, pero aquello no importaba.

Mientras ella hacía una de sus mejores representaciones él se acercó y comenzó a tocarle los hombros, suavemente. Ella, sorprendida, se sonrojó y continuó tocando el instrumento como si nadie la hubiera interrumpido. Las manos del profesor comenzaron a descender suavemente por la espalda de la joven. Las manos pasaron a la parte delantera de la chica y, delicadamente, comenzaron a acariciar sus pechos. Ella detuvo sus dedos para girarse sobre sí misma. La melodía se detuvo. Miró fijamente a los ojos del guapo profesor y le regaló un beso. Todo era perfecto. Ambos comenzaron a besarse apasionadamente.  Él bajó sus manos hasta la delicada entrepierna de la chica. Ella se detuvo y le miró de nuevo a los ojos.

-¿Qué haces?.-preguntó sorprendida.

-¿Qué te crees que es lo que estoy haciendo?.-preguntó casi burlándose de ella y continuó con su juego de manos.

-Para. No quiero hacer esto aún.-dijo apartando las manos de su cuerpo.

-Vamos. No seas tonta. Déjate llevar.-le susurró al oído. Continuó su juego de manos.

-He dicho que pares. Aún no estoy preparada.-pero él no hizo caso a sus palabras. Ella se levantó y le empujó con todas sus fuerzas, apartándolo.–He dicho que pares.

Apenas consiguió apartarlo unos metros. Ella decidió comenzar a correr e irse de la casa pero él fue más rápido y se abalanzó sobre su femenino cuerpo frágil, logrando que cayera al suelo con un golpe seco. Ella comenzó a llorar y él comenzó a besarla sin importarle nada. Intentó separarlo de su boca pero no era lo suficientemente fuerte para lograrlo, entonces decidió morderle un labio con todas sus fuerzas. Él se apartó acompañado con un grito grave, casi ensordecedor.  Aún encima de la chica se llevó un dedo a su labio inferior y comprobó que estaba sangrando.

-Eres una zorra.-le dijo mientras un hilo de sangre recorría su barbilla.

-¿Por qué haces esto?.-preguntó con la cara empapada de lágrimas.- Déjame marchar, por favor.

Él ignoró sus palabras y continuó con lo que había empezado. Ella intentó separarse de su cuerpo pero estaba totalmente inmovilizada. No entendía nada de aquello, parecía todo tan perfecto que no lograba comprender nada, absolutamente nada. Él llevó sus manos a su entrepierna y bajó la bragueta de su pantalón. Ella chilló desesperada. Él silenció su grito con una bofetada y después le desgarró la camiseta, apenas sin ningún esfuerzo. Ella recordó el día que leyó el anuncio en aquella vieja farola, el primer día que llegó a aquel acogedor edificio, el primer día que vio a su joven y atractivo profesor...

Él continuó con su juego de manos.

Ella decidió pensar en otra cosa.

La melodía continuaba sonando.

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