sábado, 7 de mayo de 2011

Bombyx Mori

A pesar de que las calles estaban abarrotadas caminaba deprisa, muy deprisa. La gente caminaba sin pensar en el resto del mundo, despreocupados por los demás y demasiado preocupados por ellos mismos. Demasiado ocupados y atareados con sus problemas sin importancia y con sus vidas estresantes y rutinarias como para percatarse de la belleza de algunos minúsculos detalles que nos regala la vida diaria. Detalles que no son alcanzables para la vista de todos, detalles que solo eran reconocidos por aquellos que se detenían un poco a pensar, detalles que quedaban ocultos para la mayoría del mundo.

Caminaba por las ajetreadas calles de Madrid sin percatarse de la multitud de gente que pasaba a su lado, que la rodeaba. Sus movimientos eran ligeros y delicados a la vez, tan delicados como su largo pelo color moreno. Era tan suave que no envidiaba nada a la seda, incluso podía haber sido fabricado por delicados gusanos. Cada pelo podría haber sido tejido  poco a poco, con delicadeza. Era una más entre el resto del mundo pero sin embargo era especial, diferente, pues nada tenía que ver con el resto de la gente que la rodeaba. Era una más entre la muchedumbre, pero única entre ellos, especial para él. Siempre le susurraba al oído mientras le acariciaba su pelo: “Esto es obra de gusanos de seda. Te lo aseguro”. Ella siempre reía al escuchar sus palabras, al fin y al cabo él siempre estaba bromeando.

Él estaba lejos, pero para ella, siempre estaba presente, incluso en aquella mañana de invierno en la que el viento agitaba su pelo con dulzura. Los finos hilos de seda se dejaban conquistar por el constante baile que el viento les mostraba. Continuaba caminando por las calles más transitadas de la ciudad. Sin un destino fijo. Simplemente necesitaba salir a la calle y es lo que había hecho. A veces se detenía para observar a la gente que pasaba y, otras, aceleraba el paso para ser igual de rápida que el tiempo, para intentar alcanzar sus hazañas, correr junto con los segundos e intentar charlar con los minutos. Necesitaba tiempo para asimilar la época de los cambios y, tiempo, era lo único que no tenía. Pues las fases de cambio habían comenzado y ella aún no se había percatado de ello. El tiempo lo tenía todo en su poder. Al igual que en una metamorfosis ella tenía tiempo para una primera fase, para unas segundas fases y para una definitiva y fase de madurez. La metamorfosis de la vida, los cambios que habían comenzado y que se manifestarían en muy poco tiempo.

Su cuerpo se movía con disimulo para el resto del mundo. “Eres especial” le había dicho siempre al oído. Ella recordó sus palabras y, sin saber por qué, se sonrojó. Hacía ya unos días que todo había comenzado a cambiar. Las cosas eran ahora diferentes o, al menos, eso parecía. “Tranquila. El destino siempre guarda lo mejor para el final” le decía convencido para tranquilizarla y  ella, sin saber por qué, sabía que llevaba razón.

La muchedumbre en las calles parecía que aumentaba, pero ella seguía caminando con la misma soltura. Entonces llegó el momento, el momento en el que los cambios comenzarían a evolucionar con mayor rapidez, el momento en el que finalizarían los cambios negativos para dar paso a los positivos. “Sin cambios negativos nunca habría cambios positivos” le había dicho una vez.

Y allí, en medio de la calle, en medio de toda la gente pasó algo mágico, sencillo. Algo que el resto del mundo ignoró pero que supuso uno de sus mayores momentos de cambio. Se quedó quieta, mientras que todos seguían su rumbo a velocidad descomunal, y dejó que el baile del viento se apoderara de sus cabellos de seda. Una danza mágica comenzó a organizarse en su cabeza. Sus pelos de seda bailaban agarrados de la mano del viento. Entonces se notó algo en su cabello, algo que nunca antes había estado allí. Subió una de sus manos con lentitud hasta su cabeza y la introdujo entre sus delicados pelos. Sus dedos interrumpieron la mágica danza y descubrieron algo que se movía, no a causa del viento. Sus dedos comenzaron a analizar la textura de aquello que se movía. Dos partes iguales, pequeñas, simétricas y delicadas. Entonces notó como unas diminutas patas quedaron agarradas en uno de sus dedos, y se asustó. Los pelos ya no bailaban con el viento, el mágico baile había cesado. La chica separó su mano de su cabeza y la dirigió con delicadeza hasta una zona donde su mirada alcanzara. Para su sorpresa, vio como una diminuta y preciosa mariposa estaba agitando sus coloridas alas en su mano. Caminaba entre sus dedos y separaba sus pequeñas alas, regalando una maravillosa gama de colores. “¿Cómo has llegado hasta aquí?” se preguntó mientras contemplaba la belleza de aquel pequeño y delicado ser. Y entonces la mariposa agitó sus alas con fuerza y comenzó a volar. En ese mismo instante, como si la mariposa lo hubiese ordenado, sus pelos continuaron su danza mágica, ahora con más fuerza que antes. La mariposa volaba por encima de las cabezas de la multitud, ignorantes de lo que sucedía. Los pelos de la chica parecían haberse vuelto locos. Se movían con delicadeza pero muy deprisa, formando ondas y movimientos seseantes en el aire. Y el movimiento se aceleró y poco a poco, sus pelos comenzaron a teñirse de colores vivos. Todo el pelo se movía mientras los colores se apoderaban de él. Entonces, decenas de alas coloridas se asomaban interrumpiendo la maravillosa danza. “Esto es obra de gusanos de seda. Te lo aseguro” recordó aquellas palabras. “No puede ser” se dijo así misma. Decenas de mariposas abandonaron su pelo para llenar el aire de color. Su pelo fue de un moreno oscuro de nuevo mientras la danza continuaba. El aire se llenó de mariposas de colores y ella las miraba, enamorada de tanta belleza. Y allí estaba, detenida entre la multitud que caminaba sin percatarse de aquel maravilloso espectáculo. Demasiado ocupados y atareados con sus problemas sin importancia y con sus vidas estresantes y rutinarias como para percatarse de la belleza de algunos minúsculos detalles que nos regala la vida diaria. Detalles que no son alcanzables para la vista de todos, detalles que solo eran reconocidos por aquellos que se detenían un poco a pensar, detalles que quedaban ocultos para la mayoría del mundo. Petrificada, hechizada en medio de la calle. La metamorfosis de la vida. Los cambios positivos habían comenzado y lo habían hecho con un maravilloso espectáculo. Y, mientras los diminutos seres inundaban de color el cielo de Madrid, recordó sus palabras: “Sin cambios negativos nunca habría cambios positivos”.

Felicidades. 07 Mayo 2011.

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